HISTORIA DE UN VIDRIO CONGELADO

Stella Rigel JH

Siempre me he considerado afortunada de tener un padre muy fuera del molde. Pocas veces me he detenido a observar lo grandioso que es que él a sus 60 años se levanté diario preparme el café. Además de eso, salé al frío con su bata de dormir, sí, una bata a cuadros y con orejeras cubriéndose bien a preparar mi carro de todo a todo, antes de irme a trabajar.

Yo nací a destiempo y es por eso que soy la persona más impuntual de la tierra. Creo tener 10 minutos cuando en realidad voy atrasada 5. Por las mañanas lo que menos me apura es encontrar una llanta ponchada o el vidrio congelado, porque para la hora que salgo mi padre ya resolvió todos eso problemas. Pero hoy no desperté en casa y por razones extraordinarias coincidió con que era el día más frío del 2022 a las 6:00 de la mañana. Me pasó por la mente que le dije a todos que los fríos de este año serían así, terribles. Dejó de llover hasta noviembre y bueno hoy se presentaba un invierno de esos que lo congelan todo. Hasta el vidrio de mi carro. Me di cuenta de que estaba así porque al encender el auto, los limpia brisas que había dejado encendidos intentaron moverse, pero no lo hicieron, sólo consiguieron generar una especie de ruido como en forma de queja. Salí del auto y lo vi. Un vidrio convertido en pista de patinaje. Pensé que se veía lindo a pesar del grave problema que representaba. Corrí a buscar la cosita esa que sirve para limpiar vidrios que por supuesto mi padre acomodó en la caja de emergencias de mi cajuela, junto con varias herramientas que cualquier mujer o cualquiera pudiera necesitar en caso de un accidente o de quedarse varado a la intemperie. Esa caja tiene todo. Hasta una colcha. Lo encontré, pero no me sirvió de nada. Intenté romper el hielo, pero no funcionó. Por suerte ya había encendido el auto y prendido el desempañador. Mi padre me recuerda siempre que puede que cuando él no lo hace yo debo dejar calentando el carro un minuto o mínimo 30 segundo si no tengo tiempo. Y no, yo nunca tengo tiempo. Ya era tardísimo y no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Entré en un estado de pánico y cataclismo que me impidió llamar a alguien o consultar en internet qué hacer. Yo solo pensaba en que ya era muy tarde y que tenía que resolver el problema como pudiera. Entré al auto y revisé si de verdad era imposible conducir así. Lo era, no veía nada. una voz confundida en mi cabeza me decía “usa agua caliente” pero también había otra que me recordaba que mi padre me había dicho alguna vez: “en un vidrio congelado, nunca debe usarse agua caliente”. Cabe aclarar que siendo química debería saber que esto es una ley de la humanidad. El vidrio se iba a romper. Entré a la casa y conseguí agua caliente aún con la voz diciéndome que no lo hiciera. Cuando salí, por suerte, el hielo se había empezado a descongelar gracias al desempañador encendido. Yo sólo tiré el agua caliente en el asfalto y empecé a conducir.

Siempre me he sentido afortunada de tener un padre muy fuera del molde, menos hoy que casi rompo el vidrio del carro.

Comentarios

Entradas populares